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ESCUCHA LA PUBLICACIÓNSiempre se nos llena la boca, esa abertura corporal cubierta por un repliegue musculocutáneo membranoso, hablando de “participación ciudadana” como uno de esos derechos adquiridos por la sociedad gracias a la instauración de la democracia en España, como un hito que nos hemos ganado y que, cuando deseemos, podemos hacer uso de él.
Bien es cierto que, como seres humanos que somos, necesitamos sentirnos parte de algo común en el que otros nos den la razón o, siendo condescendiente, nos la quiten y hagamos uso de las críticas constructivas, si las hubiere. Y, de ahí, la existencia de peñas, asociaciones, federaciones, confederaciones, oenegés o, como en la actualidad, los denominados movimientos sociales, a través de los cuales nos sentimos integrados entre ciudadanos que piensan como nosotros, quizá porque siempre han pensado lo mismo o porque han visto que ese pensamiento era correcto en su intelectualidad y se han unido.
Pero la participación ciudadana es mucho más que eso, es un proceso de identificación e incorporación de las preocupaciones, necesidades y valores que empiezan desde la más absoluta y solitaria individualidad, mostrando un compromiso personal con tus semejantes y/o con tu entorno, reflexionando sobre sus problemas y analizando cómo mejorar la realidad actual.
Y, sólo a partir de esa premisa, podemos hablar de la canalización de la frustración social, que es lo que nos mueve para cambiar las cosas. Una canalización que, si bien no tiene que venir únicamente desde las administraciones públicas, sí tienen que poner su grano de arena para que todo el esfuerzo social se vea recompensado.
Pero hablamos de una verdadera tubería que transporte esas tan numerosas como profundas ideas ciudadanas que, por no encontrar las vías de participación, quedan en el olvido, pues el nivel general de las Juntas de Distrito, politizadas de por sí, y aquellas entidades sociales que se implican en ellas, no tienen la recompensa merecida al esfuerzo con el que se generaron estos espacios de consenso tan generoso como altruista.
Así pues, lo que nuestras instituciones no hacen, que lo haga la sociedad civil, donde unos generan cauces y otros los llenan con vasos de agua para disfrutar, todos unidos, de un caudaloso río de ideas para hacer de Zaragoza, Aragón y España lugares, si no mejores, al menos sí fiel reflejo de la sociedad que las habita.
Eso es Zaragoza Ciudadana (www.zaragozaciudadana.es), una plataforma de canalización de ideas, de propuestas creativas, de denuncias ciudadanas y de fomento del encanto de nuestra ciudad, que reúne la colaboración de toda la sociedad para hacer de este territorio bimilenario y multicultural un espacio del que nos sintamos orgullosos, no por su pasado si no por su presente y, ante todo, un futuro en el que todos habremos colaborado diariamente y no sólo cada cuatro años.
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