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ESCUCHA LA PUBLICACIÓNSegún un
estudio de la Unión Europea, alrededor de 40.000 personas mueren cada año en Francia a causa de la polución y, en concreto, de las partículas en suspensión, esas sustancias que contaminan el aire de las ciudades y que proceden, en gran medida, de las emisiones de los automóviles y de los compuestos químicos de las fábricas, colándose en los pulmones y bloqueando el paso del aire, provocando efectos dañinos para la salud.
Unos datos que han sido certificados por el
Instituto Nacional de Sanidad y de Investigación Médica francés, al considerar que muchas de esas defunciones se evitarían si se consiguiese que el nivel de partículas en suspensión no superase los 20 microgramos por metro cúbico, en lugar de los 80 puntos de la actualidad.
Así, para tratar de reducir la cantidad de estas partículas en suspensión y limpiar el aire, el Ayuntamiento de París ya ha puesto en marcha medidas, como abrir gratuitamente las puertas del metro para tratar de incentivar el uso del transporte público o decretar que los vehículos sólo puedan circular un día sí y un día no, según sean pares o impares sus matrículas.
Pero el problema es tan grave que
el Parlamento francés ha aprobado una ley que busca conseguir importantes mejoras medioambientales y que exige que, a partir de ahora, los tejados de los nuevos edificios –que se construyan en las zonas comerciales– estén cubiertos, al menos parcialmente, por zonas verdes o paneles solares.
Cierto es que hay otros países o ciudades del mundo que han implementado normativas similares, como es el caso de
Chile, donde existen políticas e incentivos para los que den el giro verde;
Suiza, que ha implementado la Ley Federal de Techos Verdes para contribuir a que los nuevos edificios incorporen elementos verdes en sus instalaciones;
Copenhague (Dinamarca), la segunda ciudad en el mundo con una legislación sobre las azoteas verdes; o
Buenos Aires (Argentina), a través de la Ley de Techos y Terrazas Verdes que, sin ser obligatoria, es muy similar a la de otras urbes europeas. Sin embargo, Francia ha sido el primer país del mundo que ha adoptado una legislación parlamentaria de este tipo.
Una disposición con la que se esperan notables efectos en el medio ambiente, puesto que la hierba, las plantas y las flores en los tejados y azoteas actúan creando una especie de capa que aísla el edificio, reduciendo la cantidad de energía necesaria para calentarlo en invierno y refrigerarlo en verano, dado que durante el día absorben más calor del que luego liberan por la noche, reduciendo el efecto invernadero.
No obstante, si no cuentan con un techo verde, los nuevos edificios que se levanten en zonas comerciales tendrán que contar con paneles solares; es decir, con una fuente de energía limpia. Una decisión que busca paliar el retraso que tiene Francia en la asignatura de energía solar, dado que un informe de la
Asociación de la Industria Fotovoltaica Europea (EPIA) destaca que, en 2013, la capacidad fotovoltaica de este país había disminuido y que las instalaciones de energía solar representaban apenas un 6% de las de toda Europa.
Todo ello, además de otras medidas tan sustanciales, como la de ofrecer subvenciones de hasta 10.000 euros a quienes deseen cambiar su vehículo con motor diésel o sin filtro antipartículas, con más de 13 años de antigüedad, para comprarse un ecológico coche eléctrico. Medidas que explican por qué Francia es la nación de Europa con el mayor número de coches eléctricos e híbridos circulando por sus calles que, ya en 2013, representaban el 3,1% de todos los vehículos privados.
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