Buzón Ciudadano

Cincomarzada: conmemorando la heroicidad zaragozana de 1838

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CincomarzadaCada 5 de marzo se celebra en Zaragoza una fiesta de carácter popular cuyo origen se remonta a 1838 y que ha resultado ser, a través de los tiempos, un curioso indicador de la situación política del momento, pues su fundamento liberal ha hecho que la festividad se oficialice y magnifique en épocas progresistas, se reduzca discretamente en tiempos más moderados, desaparezca por completo entre 1936 y 1976, y se vuelva a instaurar a finales de los 70. Sin embargo, la jornada del 5 de Marzo ha perdido su original significado, por cuanto comenzó siendo una celebración patriótica y, a la vez, localista, que nada tiene que ver con los festejos lúdicos y reivindicativos de hoy en día.

Antes de nada, vamos a explicar el contexto histórico de aquel lejano 5 de marzo de 1838. Y es que los españoles se hallaban inmersos en la Primera Guerra Carlista o Guerra de los Siete Años, que fue una guerra civil que se desarrolló en España, de 1833 a 1840, entre los carlistas -partidarios del infante Carlos María Isidro de Borbón y de un régimen absolutista- y los isabelinos -defensores de Isabel II y de la regente María Cristina de Borbón, cuyo gobierno fue inicialmente absolutista moderado y acabó convirtiéndose en liberal, para obtener el apoyo popular-.

Pero, ¿cómo se había originado este conflicto por la cuestión sucesoria? Carlos María Isidro ya se veía como heredero al trono durante el reinado de su hermano Fernando VII, debido a que éste, tras tres matrimonios, carecía de descendencia. Sin embargo, el nuevo matrimonio del rey y el embarazo de la reina María Cristina podían venir a cambiar esta situación. Debemos tener en cuenta, llegados a este punto, que el afrancesado rey Felipe V había introducido en España, en 1713, una ley de sucesión que solamente permitía reinar a las mujeres cuando no hubiera herederos varones en la línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos), por lo que todavía existía la posibilidad de que Carlos accediera al trono, si Fernando VII tenía una hija.

En marzo de 1830, seis meses antes del esperado nacimiento, el rey promulgó la Pragmática Sanción de Carlos IV (su padre) -que había sido aprobada por las Cortes de 1789 pero que por razones de política exterior nunca se había hecho pública- dejando sin efecto el Reglamento de Sucesión de Felipe V y restableciendo el derecho sucesorio tradicional castellano, recogido en Las Partidas, según el cual podían acceder al trono las hijas del rey difunto en caso de que no hubiera hijos varones, y que garantizaba que el bebé en camino llegara a reinar, aunque fuera una niña.

Fuente de la PrincesaEl 10 de octubre nacía la que tres años después se convertiría en Isabel II de España. Cuando Fernando VII murió, el 29 de septiembre de 1833, Isabel fue proclamada reina, bajo la regencia de su madre María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. No obstante, Carlos María Isidro, que nunca había reconocido a Isabel como Princesa de Asturias, mantuvo sus derechos dinásticos en el Manifiesto de Abrantes, llevando al país a la guerra.

Así, centrándonos ya en la zaragozana noche del 4 de marzo de 1838, más de dos mil soldados carlistas, así como trescientos hombres a caballo, entraron en la ciudad liderados por Juan Cabañero y Esponera. Unos se adentraron por el Coso hacia la Plaza San Francisco (actual Plaza de España), otros fueron al Cuartel de la Victoria y, un tercer grupo, se dirigió a la Plaza del Mercado; todo ello con la intención de desarmar al ejército y cortar el Coso Bajo, dado que era una arteria fundamental de la ciudad y, por tanto, facilitaba su control. El rápido despliegue de las tropas pilló desprevenidos a los vecinos, que vieron interrumpido su descanso por los vivas a Carlos V, la Inquisición y Cabañero.

Pero los zaragozanos ya tenían experiencia en este tipo de situaciones, no en vano habían sufrido treinta años antes los Sitios de Zaragoza en la Guerra de la Independencia, y sabían cómo luchar contra los invasores, por lo que, al grito de “Zaragoza está invadida”, comenzó el conflicto armado. Las calles estaban repletas de muebles, enseres, somieres, etc., que los ciudadanos tiraron desde sus ventanas para formar barricadas. Soldados nacionales y paisanos, armados con cuchillos, utensilios de cocina y agricultura, armas de caza y aceite y agua hirviendo, se lanzaron sobre las tropas carlistas distribuidas por el casco urbano, de modo que éstas se vieron obligadas a abandonar la ciudad.

Habían logrado desbaratar una acción que hubiera cambiado el curso de la guerra, motivo por el cual la regente Mª Cristina, en nombre de su hija Isabel II, honró a Zaragoza con la concesión del título de “Siempre Heroica”, que vino a sumarse a los de «Muy Noble», «Muy Leal», «Muy Heroica», «Muy Benéfica» e «Inmortal».

CincomarzadaTras el fin de la guerra, el Ayuntamiento de Zaragoza declaró festivo el aniversario del 5 de Marzo, que se conmemoró de modo oficial y solemne hasta la llegada al poder de los moderados en 1843, que suprimieron la celebración. Sin embargo, los zaragozanos decidieron no renunciar a la misma y comenzó a fraguarse, espontánea y extraoficialmente, como una salida al campo para comer y cantar, de manera que los alrededores de Zaragoza se llenaban de ciudadanos, bien provistos de comida y de bebida, que acudían a Macanaz y a las orillas del Gállego para pasar el día. Es aquí donde nace una tradición que se repetirá durante muchas décadas y que se irá extendiendo, a medida que crezca la ciudad, al Cabezo Cortado, Buena Vista, La Almozara, la estación de Utrillas, Cogullada, Casablanca, etc.

La fiesta volvió a ser celebrada oficialmente en 1854, con los progresistas en el poder, manteniéndose como jornada festiva y campestre hasta que, en 1937, el Ayuntamiento acordó suprimirla. La celebración quedó perdida hasta 1977, año en el que los vecinos retomaron extraoficialmente sus salidas al campo, para ser rescatada oficial y definitivamente por el Ayuntamiento en 1981.

Desde entonces, cada 5 de marzo los zaragozanos acuden a un parque, habitualmente el del Tío Jorge, en el barrio del Arrabal, para celebrar una jornada “campestre”, de convivencia y de fiesta, donde reivindicación y diversión van de la mano. Peñas, grupos políticos y asociaciones instalan barras que aprovechan como espacio informativo de sus actividades, y se puede disfrutar de charangas con cabezudos, música tradicional, grupos de animación, verbenas, etc. En definitiva, la alegría colectiva y el espíritu ciudadano son los grandes protagonistas de este día.

 
BIBLIOGRAFÍA

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